Otra vez en la historia reciente del país, el hallazgo de un centro de adiestramiento y exterminio del crimen organizado ha conmocionado a una sociedad crecientemente atemorizada por la crueldad que predomina en entornos de violencia. Los zapatos, mochilas, pertenencias y restos humanos encontrados en el rancho Izaguirre, en Teuchitlán, Jalisco, son símbolos de un proceso de descomposición que, de la mano del predominio de la macrocriminalidad desafía a nuestra sociedad y sus gobiernos a lo largo y ancho de nuestro país.
Las imágenes son desgarradoras y desbordan ya la capacidad de articular con palabras la magnitud de la atrocidad y el sufrimiento que diariamente causa en innumerables familias y comunidades. Teuchitlán no es el primero ni será, previsible y desafortunadamente, el último centro de adiestramiento y exterminio del crimen organizado que encontraremos. El indicio conocido más remoto de esta forma de horror data de 2010 con el hallazgo de 72 personas migrantes asesinadas en el ejido El Huizachal, municipio de San Fernando, Tamaulipas, que sacó por primera vez a la luz pública los crueles métodos de reclutamiento y adiestramiento de los cárteles de criminales.
Lee el artículo completo de Mario Patrón, rector de la Ibero Puebla, en La Jornada.