En unos días, con un foro en Guerrero, se celebrarán los 30 años del Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan, organización civil que realiza una labor encomiable en una de las regiones más olvidadas del país. El aniversario merece ser festejado por el valioso trabajo que realiza “Tlachi” y también para reconocer a un espacio cívico que hoy enfrenta desafíos múltiples.
Por un lado, las organizaciones se enfrentan a un oficialismo que cuestiona su legitimidad. La visión del anterior presidente de la república, para quien la sociedad civil no era más que una fachada del conservadurismo o un vehículo de maquinaciones internacionales injerencistas, ejemplifica y nutre esta posición. Tal animadversión –que no es sólo retórica pues se traduce en cierre de la interlocución, en hostigamiento fiscal, o en descalificación constante, como lo vivimos en el Centro Prodh– es replicada acríticamente lo mismo por simpatizantes del régimen que se está construyendo que por funcionarios del actual gobierno, y ha afectado al espacio cívico.