Esteban Cornejo Sánchez SJ compartió una reflexión sobre Cerocahui en relación con la violencia que ocurre en México. El país lleva más de tres periodos de gobierno con un estilo de régimen basado en la militarización del territorio para “hacerle la guerra” al crimen organizado. Los resultados no son favorables. Incontables de muertos, cientos de personas desplazadas de sus tierras para no ser reclutadas o por el despojo de sus tierras, el miedo y la impunidad que permanece , así como la explotación de recursos. En ese sentido, Cerocahui no es muy distinto al resto del país.
Para la gente rarámuri, Javier Campos y Joaquín Mora no eran solo sacerdotes: eran amigos que los conocían bien, y vice versa. Desde el afecto, ellos supieron llevar el amor de Dios a los demás. Por eso, la noticia de su asesinato resulta escandaloso e insoportable. Ante este hecho, los jesuitas han decidido quedarse en Cerocahui. Sin embargo, las cosas han cambiado. Ahora hay un grupo de elementos de la Guardia Nacional que resguardan el perímetro de los lugares en que se encuentran, han acudido a la Corte Interamericana de Derechos Humanos para solicitar medidas cautelares, y hay zonas de riesgo que aun no han visitado.
Como jesuita, reconoce que frente a la cultura occidental, donde las diferentes formas de colonialismo y violencia se imponen, la forma de vivir del pueblo rarámuri es un gran aporte para contrarrestar el individualismo, el despojo, la lógica del consumo y la falta de respeto a la dignidad humana. Finalmente, Esteban tiene la esperanza de que la sangre derramada sea fermento para la paz y justicia.
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