Las elecciones presidenciales están a la vuelta de la esquina y, de cara a la conclusión de las campañas, se impone decir que los temas cruciales de la agenda de derechos humanos languidecen en la orfandad.
Tras una larga y cansada campaña, que se extendió más allá de los tiempos legales, habrá que discernir con profundidad cómo ejercer el voto, a lo que estamos llamados y llamadas en tanto derecho y deber ciudadano. Contribuir a que se preserve la pluralidad política puede ser un buen norte en esta difícil y polarizada coyuntura.
Las organizaciones de la sociedad civil, que desde hace décadas nos dedicamos con seriedad a la defensa de derechos humanos, enfrentamos el reto de hacer oír nuestra voz pública, evitando a toda costa una partidización impropia de nuestro quehacer.
Más que nunca, hay que reivindicar que las expresiones de sociedad civil no partidizadas son todavía posibles. Importa razonar en público y en voz alta nuestras posturas. Toca señalar que se miente cuando se afirma desde la conferencia presidencial mañanera que toda la sociedad civil es parte del “bloque conservador”; que se falta a la verdad cuando se sugiere desde la oposición que “toda la sociedad civil” apoya de conjunto a su candidata, y que también se falsea la realidad cuando se afirma que solamente un partido o movimiento ha luchado por democratizar el país.
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