Casi todos los días, después de las once de la noche, entre el sonido del silencio y la meditación, entre el brillo de las estrellas y el firmamento, sentado en un banco de madera, se encuentra el señor Julio observando el cielo con su mirada fija y esperanzadora en su momento de quietud, pensando en cómo apoyar a su familia, cómo encontrar un empleo formal o simplemente el sustento para el siguiente día y poder suplir sus necesidades básicas para comprar alimento, para rentar un espacio digno.
Él nació en un país de Centroamérica y salió huyendo para salvar su vida y la de los suyos; quiere quedarse viviendo en la ciudad de México, llegó hace ya algunos meses. Sin embargo, no ha logrado integrarse totalmente debido a las múltiples barreras estructurales, sociales, legales que parecen nunca acabar.
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