La lucha contra la distancia

Por Alba Calderón

La familia de Carlos Iván Ramírez Villarreal siempre luchó contra la distancia que la pobreza les impuso. Hace 19 años, cuando él apenas cumplía un año, su papá Margarito se fue de mojado a Estados Unidos y dejó a sus cuatro hijos al cuidado de su mamá Socorro. Envió dinero año con año para que pudieran crecer en Ayutla de los Libres, el municipio de la Costa Chica de Guerrero, en donde vivían.

Pero crecer en un lugar con escasas posibilidades de desarrollo tampoco fue suficiente para todos los integrantes de la familia. Los hermanos mayores se fueron a Estados Unidos a los 18 años. Carlos se quedó en Ayutla para ayudar y cuidar a su mamá Socorro y a Dulce, la hermana más pequeña. Tenía que sembrar el maíz y la flor de Jamaica en las tierras de la familia, luego recoger la cosecha. Cuidar los animales y ordeñar las vacas. Juntar la leña y acomodarla en el patio. Tenía que estudiar porque quería ser maestro de la comunidad de Cerro Gordo, en la que vive su familia, los Ramírez Villarreal, y en donde hace tanta falta que muchos aprendan más allá de lo que las experiencias, la vida misma, enseñan.
Carlos conoció a su papá cuando ya estudiaba la secundaria. Margarito dice que fue el más unido a él. Sembraban y cuidaban a los animales juntos. Hasta que el hijo llegó a la preparatoria y tuvo que elegir carrera. Quería estudiar en la normal de Chapingo pero no había dinero para costearla.

La normal Raúl Isidro Burgos fue la opción perfecta: no tendría que pagar pasaje porque viviría ahí y con trabajo comunitario podría conseguir comida. Aunque ya no pudo ayudar a su papá a levantar la cosecha, sí lo ayudó a preparar la tierra para sembrarla. Eso fue un fin de semana antes del ataque el 26 de septiembre.

Apenas le avisaron a Margarito que su hijo y sus compañeros habían sido atacados, reunieron todo lo que tenían para pagar un taxi que lo llevara a la escuela. No volvió a vivir en su casa desde entonces, ahora solo va de visita. Buscar a Carlos, con el que más compartió los últimos años, se hizo su principal trabajo. Reparte su vida entre viajes. Tienen poco dinero para comer, pero siguen luchando contra las distancias para encontrar a su hijo.

Texto perteneciente a la campaña Marchando con letras

Ilustración de Carlos Ostos Sabugal.

Tomada del portal #IlustradoresConAyotzinapa