MEDIO: CIMACNoticias
AUTORÍA: Anallely García Martínez
FECHA: 5 de noviembre de 2014
Uno de los mayores temores de Belinda Anabel Garza Melo es estar frente a un centro comercial ubicado en Torreón, Coahuila, lugar a donde el 15 de julio de 2007 fue llevada por policías federales que la detuvieron, golpearon, torturaron y acusaron de delincuencia organizada, delitos contra la salud y secuestro.
Tras siete años y tres meses en prisión, el pasado 23 de octubre Belinda salió del Centro Federal de Readaptación Social número 4 en Tepic, Nayarit, pero su lucha apenas empieza.
“Tengo miedo, pero quiero recuperar mi vida; tengo mucho miedo de todo, pero quiero limpiar mi nombre porque los medios hicieron pedazos mi vida”, dice en entrevista con Cimacnoticias.
Esta mujer de 46 años de edad fue detenida sin orden de aprehensión por policías federales que dijeron hacer una “revisión de rutina”, pero que en realidad irrumpieron en su negocio –el restaurante bar La Carreta, en Torreón– para catear, amenazar y registrar a las personas que allí se encontraban.
“Me sacan de mi negocio y me dicen que me van a hacer unas preguntas y me suben a una camioneta y lo último que alcanzo a ver fue el (centro comercial) Walmart; entonces, ahora que fui a la tienda reviví todo otra vez: me puse muy nerviosa, no quería entrar porque fue lo último que vi; ahí me taparon los ojos, ahí fue cuando me empezaron a golpear y a torturar”, narra.
Belinda fue detenida hace más de siete años en Torreón por elementos de la entonces Policía Federal Preventiva, quienes por más de 40 horas la torturaron física, sexual y psicológicamente. Tres meses después fue presentada ante los medios de comunicación como integrante de la organización delincuencial el cártel del Golfo.
A esta sobreviviente de tortura sexual lo que más le duele fue perder su vida y vivir experiencias que marcaron su estancia en prisión.
Mientras estaba recluida en uno de los penales de máxima seguridad del país murió su padre, su madre enfermó, un hermano desapareció y nada se sabe de él, pero además ella tuvo una intervención quirúrgica y perdió un riñón.
“Es el infierno, no me lo merecía y viví cosas muy fuertes. Te dan 15 minutos para comer, desayunar y cenar; siempre estás encerrada bajo llave; las oficiales son muy estrictas, no puedes hablar con las compañeras, el reglamento es demasiado estricto y estás en desventaja legal porque nada más te dejan hacer una llamada de 10 minutos cada ocho días”.
Al final asegura que la Policía Federal es la culpable de la tortura, pero también responsable de que su vida se desboronara, y con ese coraje cuenta que una vez en el penal comenzó a sentirse mal, pero no recibía medicamentos, ni aunque se retorciera del dolor.
“Manifestaba que tenía un malestar en el estómago y ellos me decían que no era nada, que era porque hacía mucho ejercicio (…). Me hacen un estudio y tengo un tumor. En septiembre me hicieron estudios y me operaron”, cuenta al hablar sobre su precario estado de salud.
El pasado 22 de octubre, el Juzgado Tercero de Distrito en Materia de Procesos Penales Federales en el Estado de México, con sede en Toluca, absolvió a Belinda de los delitos de delincuencia organizada, contra la salud y secuestro.
Sin embargo en otro proceso en junio pasado, el Juzgado Primero de Distrito del mismo Circuito la sentenció a siete años de prisión por el delito de secuestro, pena que ya compurgó, es decir que pagó durante los siete años que duró el proceso penal.
En opinión de Irma Ramírez, tía de Belinda, el proceso fue desgastante e injusto hasta el final, pues el pasado 23 de octubre el personal carcelario la aventó a la calle con el dinero exacto para viajar a Coahuila.
Sin nada en los bolsillos, sin saber cómo trasladarse, sin conocer a nadie consiguió ayuda y logró salir de Nayarit.
Ahora lo que sigue, dice Irma, es la recuperación física y emocional, el reencuentro con la familia, pero también apelar la sentencia condenatoria de siete años de prisión por secuestro y lograr que se reconozca que no fue culpable, ya que ni siquiera hay testigos que la acusen de secuestro.
A fin de exigir a las autoridades que reconozcan que la mujer fue torturada y encarcelada de manera injusta, en junio pasado Belinda, apoyada por su tía, se sumó a la campaña “Rompiendo el silencio: Todas juntas contra la tortura sexual”, auspiciada por los centros de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez, y de la Montaña Tlachinollan, así como la Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos y Asociadas por lo Justo (Jass).
Tales organizaciones emitieron un comunicado para advertir que la justicia llegó bastante tarde en un caso que demuestra que hay “víctimas de la guerra contra el crimen organizado impulsada desde el sexenio anterior”.
Asimismo aseguraron que Belinda se suma a la interminable lista de sobrevivientes de tortura y al incontable número de mujeres torturadas sexualmente por agentes del Estado, por lo que reafirmaron el propósito de la campaña de visibilizar el patrón sistemático de la tortura sexual que enfrentan las mexicanas detenidas por agentes policiales, militares o marinos, en aras de supuestas labores de seguridad.