La jugada del destino

Por Vanessa Job

Te llamas Miguel Ángel Mendoza Zacarías y en el patio de la casa donde creciste en Mártir de Cuilapán, en Guerrero, está la huella de tus primeros pasos. Tú padre Estanislao te cargó y dejó que el pequeño zapato marca Montreal se hundiera en el cemento fresco que acababa de poner. Estabas aprendiendo a caminar y tu papá se siente orgulloso de haber estado presente. Él ha pasado buena parte de su vida trabajando en Estados Unidos y se perdió esa experiencia con tus hermanos.

De tu historia también se perdió algunos capítulos, como cuando tras no poder continuar tus estudios de medicina en la Universidad Autónoma Latinoamericana Caribeña de Ciencias y Artes, decidiste probar suerte en la Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa para ser maestro.

La primera vez que te aceptaron en la Normal no aguantaste las duras pruebas físicas que tenían que pasar. En el pueblo —los que entonces eran tus compañeros— recuerdan cuando los alumnos más grandes los sentaron para someterlos al rigor de rasuradora. Tienen presente la imagen de la cabeza toda huesuda del Miclo, como te conocen.

Entonces te fuiste del otro lado, a California, a alcanzar a tu padre. Trabajaron juntos, repusieron el tiempo que la distancia les había robado.

Un día el destino hizo de las suyas.

Tú te quedaste de un lado de la calle y él del otro. La migra te miró, tú corriste, ellos te atraparon. Los llevaste con tu padre buscando auxilio y a los dos los deportaron.

Ahí empezó una nueva etapa de tu historia. Volvió tu sueño de ser maestro y volviste a aplicar para entrar a la normal de Ayotzinapa. Te aceptaron y te sentiste contento. Decías que podrías ayudar a tu sobrino en sus estudios.

Ese niño es una de las personas que más te extraña desde que desapareciste el 26 de septiembre de 2014. Su madre aún guarda en su teléfono celular un mensaje de whatsapp que te mandó para pedirte: “Ya ven”.

Miguel, Apango no es lo mismo desde que desapareciste. Tus vecinos, amigos y la gente del pueblo han salido a las calles a gritarle al gobierno que te traiga de regreso a casa. Tomaron la presidencia municipal y, hasta la fecha, de sus paredes cuelga una manta con tu rostro y ahí se lee: “Que mi dolor no te sea indiferente. Júrame que no me olvidarás porque si lo haces ellos ganan”.

La peluquería donde trabajabas está tal y como la dejaste con esas paredes con decorado galáctico. Por semanas algunos de tus clientes se negaron a cortarse el pelo.

Tus padres no cesan de buscarte. Desde esa noche violenta en Iguala dejaron la casa en Apango y se mudaron a vivir a la Normal. Ahí están siempre en guardia esperando una noticia, una señal de vida. Esperando que este país les regrese a su querido hijo.

Texto perteneciente a la campaña Marchando con letras

Ilustración de Armando Cruz.

Tomada del portal #IlustradoresConAyotzinapa