Artículo de Germán Petersen Cortés publicado en Sin Embargo el 21 de octubre de 2014.

21 - German PetersenLo que pasó en Iguala y sus consecuencias son casi totalmente oscuridad. La única luz en la penumbra es la constatación de que la sociedad mexicana todavía es capaz de horrorizarse. El dato no es menor, pues muchos dudaban de que los mexicanos aún fueran susceptibles de sacudirse ante hechos como estos. A más de tres semanas de la desaparición de los 43 normalistas, la indignación domina la discusión pública. ¿Cómo se canalizará esta indignación?

Al conservar la capacidad de estremecerse ante la brutalidad, los ciudadanos se resisten a normalizar la situación del país. Esta resistencia constituye uno de los mecanismos más poderosos para resolver la crisis de seguridad, pues mientras la normalización no se convierta en regla todavía es posible subvertir el estado de las cosas.

Iguala es la mayor agresión que han cometido instituciones del Estado mexicano, puestas al servicio del crimen organizado, en contra de inocentes. Si bien a lo largo de la historia ha habido muchas graves agresiones del Estado y del crimen contra inocentes, nunca antes se habían fusionado aquel y este para desaparecer a tantas personas. O cuando menos no se había documentado algo así. Lo mínimo que podía esperarse de la opinión pública es que se horrorizara. Aun así había dudas de que así sucediera, después de Salvárcar, San Fernando, Veracruz y un largo etcétera.

Tras el horror llegó la indignación, que es la emoción que impera hasta el momento. Según Manuel Castells, la indignación es “una expresión extrema de ira”, que surge “cuando se conoce de un evento insoportable sufrido por alguien con quien uno se identifica”. Hay una amplia identificación con los normalistas y sus familias, ampliamente compartida en el país, más allá de las diferencias entre quienes hoy se encuentran indignados.

La indignación se expresa, entre otras maneras, como una presión hacia el gobierno federal para que deje de callar ante la violencia. Iguala partió por la mitad esta estrategia de comunicación (o mejor dicho de incomunicación) de la administración federal. En caso de que el gabinete de seguridad y la Presidencia se empeñen en prolongar su mutismo, se toparán con el rechazo de la opinión pública. Iguala es la prueba incontestable de que hay otro México además del de las reformas: el de la brutalidad. Se trata de un México que las autoridades han callado y que ya no podrán seguir callando, salvo que estén dispuestas a pagar altos costos.

Ahora bien, la presión derivada de la indignación podría enfocar sus baterías más allá de la estrategia de comunicación y ocuparse también de la política de seguridad como tal. Iguala muestra que hay fallas de fondo no solo en el diseño de acciones públicas para combatir el delito sino también en la implementación de estas. La interrogante es si la indignación terminará por concentrarse en estos aspectos del problema.

En caso de que así sea, emergería un amplio cuestionamiento hacia las autoridades sobre el desempeño y los resultados de las instituciones. ¿Qué hay sobre la reforma de la PGR, la prevención del delito, la implementación de la reforma penal, el combate al lavado de dinero, el mejoramiento de las instituciones policiales, la coordinación intergubernamental? Sobre tales asuntos, o no se sabe nada, por la negativa de la administración peñista a hablar al respecto, o no hay avances.

La pequeña luz en la oscuridad que es la constatación de que la sociedad mexicana aún es capaz de horrorizarse podría crecer si la indignación se convierte en presión hacia las autoridades federales para que, por un lado, hagan pública su estrategia de seguridad y, por el otro, abran una discusión pública sobre sus contenidos.

En el plano de las emociones, así como hay indignación, que según Castells es uno de los principales motores del cambio social, falta otro motor: esperanza. Impera el derrotismo en el ánimo nacional, acaso síntoma de que son muchos quienes consideran, lo reconozcan o no, que la crisis de seguridad no tiene solución en el corto o mediano plazo.

La presente coyuntura es propicia para reflexionar qué postura tomamos ante la esperanza y sobre todo hacer conciencia de que si no nos creemos capaces de salir de esto, difícilmente lo lograremos.

@GermanPetersenC