Artículo de Lorenzo Meyer publicado en Reforma el 9 de octubre de 2014.
Dinamarca en Guerrero. “Algo está podrido en Dinamarca” le hace decir Shakespeare al príncipe Hamlet para calificar el sórdido ambiente que se respira en la corte del rey, su tío. Lo mismo podemos afirmar hoy nosotros, tras un nuevo asesinato de estudiantes de la escuela normal “Raúl Isidro Burgos” a manos de las autoridades de Iguala, que se añade
a la larga lista de crímenes en Guerrero, Michoacán, Tamaulipas, Estado de México, Morelos, Veracruz y Coahuila; definitivamente, algo ya está muy podrido en México y desde hace mucho.
Cadena. El asesinato en septiembre 26 de tres estudiantes de la normal rural “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa, Guerrero y de tres personas más a manos de policías de Iguala, fue el principio de una tragedia mayor: la desaparición y posible ejecución de 43 jóvenes más. La tragedia esta conmocionando a una sociedad cuyo gobierno acaba de ofrecer a la ONU su concurso para mantener en otras latitudes una paz y orden que aquí es incapaz de brindar. Peor aún, la matanza de Iguala es sólo parte de una cadena histórica que incluye a Tlatlaya (22 ejecutados por el ejército en junio), Acteal (45 miembros de una comunidad indígena asesinados por paramilitares en 1997), Aguas Blancas (17 campesinos asesinados por la policía de Guerrero en 1995) y así hasta llegar a las matanzas de estudiantes de 1968 y 1971 en la Ciudad de México, cuyo número exacto aún ignoramos. Y esa cadena puede engrosarse si se le añaden las matanzas de un crimen organizado siempre coludido con autoridades, como las de Cadereyta (49 personas en 2012), Allende (300 desaparecidos en 2011), Boca de Río (35 cadáveres en 2011), San Fernando (72 migrantes asesinados en 2010), Villas de Salvárcar (17 jóvenes asesinados en 2010), etcétera.
Definir a México como “una tumba clandestina”, como lo hace el padre Alejandro Solalinde, tiene una razón y raíz similar a la de la Dinamarca del rey Claudio, sólo que nuestra tragedia no es ficción sino una realidad monstruosa.
Lo Anormal de una Normal. La escuela normal rural de Ayotzinapa se fundó en 1926, como un instrumento más de un gobierno mexicano que aún tenía el impulso revolucionario y vasconcelista de educar al México profundo -al rural, indígena y pobre- para integrarlo por esa vía y el ejido, a una nación que apenas estaba emergiendo como tal. Sin embargo, para los 1960 la naturaleza del gobierno y del país ya era otra; el México rural se hizo minoritario y en regiones como Guerrero, marginado y casi irrelevante. De ese ambiente de Ayotzinapa y de su choque con las políticas del Estado, surgieron dos famosos líderes guerrilleros guerrerenses: Lucio Cabañas y Genaro Vázquez y la brutal guerra sucia con que se les combatió en los 1960 y 1970 y que tan bien retrató Carlos Montemayor en Guerra en el paraíso, (México: Diana, 1991). En 1989, 1997 y 2007 hubo de nuevo choques entre esos normalistas y el gobierno y la situación se volvió a repetir en diciembre de 2012 pero en esa ocasión la policía ministerial mató a dos. Esas muertes llevaron al encarcelamiento de dos policías por catorce meses y nada más.
La historia de la normal “Raúl Isidro Burgos”, la pobreza de la región, la ausencia de oportunidades de asenso social y el resentimiento acumulado por los jóvenes contra las autoridades y el sistema en su conjunto, hacen de Ayotzinapa una bomba política a la que el alcalde de Iguala y sus policías, en unión del crimen organizado de la región, decidieron prenderle la mecha una vez más.
¿Una Explicación? La última confrontación entre estudiantes de Ayotzinapa y la autoridad en un estado y en un municipio gobernados formalmente por un partido supuestamente de izquierda -el PRD-, sólo tiene explicación si a la descomposición estatal se le introducen además factores como la estupidez extrema, la irresponsabilidad descomunal, la
inmoralidad desorbitada, el autoritarismo, el crimen organizado y la confianza en la impunidad de los poderosos, impunidad cimentada desde hace mucho con ejemplos que abarcan desde presidentes, secretarios de Estado, empresarios, jueces y jerarcas eclesiásticos hasta legisladores, gobernadores, alcaldes, funcionarios, policías y militares.
En un mensaje breve en exceso en relación a la tragedia de Guerrero, Enrique Peña Nieto afirmó que en el Estado de Derecho “no cabe el más mínimo resquicio para impunidad”. Sin embargo, lo que campea en México es la impunidad. Las cifras lo demuestran: el 93.8% de los delitos cometidos en 2013 quedaron impunes, (INEGI, boletín de prensa 418/14). Desde hace meses se había denunciando ante la PGR y Gobernación que el alcalde de Iguala, José Luis Abarca, era responsable del asesinato de tres activistas de su propio partido, (Reforma, 7 de octubre). De haberse actuado entonces, quizá Abarca ya no hubiera estado en posibilidad de hacer lo que hizo. Y es que aquí la impunidad
tiene permiso.
Pregunta. La podredumbre en Dinamarca llevó a la muerte de Hamlet pero también a la de sus monarcas ¿A dónde nos llevará la nuestra?
RESUMEN: “CONTRA LO QUE SE AFIRMA EN EL DISCURSO PRESIDENCIAL, AQUÍ LA IMPUNIDAD SI TIENE
PERMISO”